Luis Humberto Velásquez Yepes y Blanca Eliza Serna Moreno

Luis Humberto Velásquez Yepes y Blanca Eliza Serna Moreno

Tuesday, April 27, 2010

Descendiente de Esteban Velásquez


Historias de Antioquia
El único José sin apodo
Publicado por: www.elmundo.com

En el parque de San José de la Montaña están creciendo jazmines. Crecen con sus rosas blancas junto a un grupo de amarillos romeros y debajo de un sol opaco, inofensivo. Crecen, quizás, abonados por los bostezos que se sueltan sin permiso desde las bocas de los antiguos habitantes de ese pueblo, bostezos que si se escuchan con cuidado, tienen el aspecto de susurros añejos.
Junto al parque, tan inmóvil como la estatua del fundador, Esteban Velásquez Restrepo, duerme, con los ojos abiertos, José Abel Zuluaga Velásquez, un hombre tozudo y medio loco, dueño de una sonrisa femenina y de unas manos temblorosas. Tiene José Abel, que no es el único José del pueblo pero sí el único que no tiene apodo, 66 años cumplidos, un pasado por verificarse y tres hijos que triunfan en Medellín.

José Abel es el bisnieto del fundador de San José de la Montaña, tierra en la que mandaron los chibchas en tiempos no tan remotos, aunque sí olvidados. Y es que Esteban Velásquez Restrepo es el abuelo de Ana Clara Velásquez, la madre de José Abel y sus seis hermanos.

Pero en el pueblo no quedan muchas personas que puedan probar la historia. La fundación de San José se presentó hace 92 años y en el pueblo quedan tan sólo cuatro habitantes con más de 90 abriles encima: José Velásquez, ‘El Guapo’, de 94 años y medio; José Ángel Arango, ‘Chepe’, de 95 años; José Domingo Restrepo Jaramillo, ‘El Jilguero’, de 99 años; y Roberto Vásquez Villa, ‘Robertico’, de 95. Pero ninguno de ellos es capaz ya de pronunciar palabra, cuando intentan esbozar cualquier murmullo, hasta las canas les tiemblan, además, la memoria les juega sucias jugarretas y terminan confundiendo los personajes reales del pueblo con los imaginarios de tantas historias leídas bajo la sombra de la Normal María Inmaculada, el edificio más importante del municipio, que hace poco fue sometido a una remodelación, pues una de las paredes se vino abajo y por poco acaba con la vida de dos trabajadores honrados. “Que si no fueran honrados bien muertos podían estar, pero gracias a Dios se salvaron... son buenos hombres”, expresa solemne José Abel, mientras en su arrugado rostro se asoma una mejilla rozada, escondida desde su primera juventud.

José Abel, al igual que la mayoría de los habitantes de San José, vive de la venta de leche. Tiene dos fincas, una en la vereda Manga Grande y otra en la Camburé. “De todas formas eso ya no da plata porque la Parmalat, Colanta y Arquería dominan todo el mercado”, dice. Aún así, fue la leche la que le permitió a José Abel mandar a sus hijos a las mejores universidades de Medellín y ahora son todos unos profesionales. “Fernando y Rafael Alonso son ingenieros y Nora Alejandra es médica cirujana”, cuenta.

En San José de la Montaña, un pueblo al norte de Antioquia rodeado de finos valles y páramos lujuriosos, se llenan diariamente 140 mil litros de leche que van a parar a Medellín. De esos 140 mil, en las dos fincas de José Abel no se producen ni 100; pero a él no le importan mucho las estadísticas. “Ya estoy por encima del bien y del mal. Mis hijos están bien, mi señora está bien, de modo que no sufrimos por nada”, expresa.

La tarde en San José de la Montaña llega sin anunciarse. El piso empedrado y gris, acostumbró a la gente a la nostalgia, las espesas nubes dejan ver pedacitos de sol que no alcanzan a calentar los ánimos.

El viejo José Abel abandona el parque donde crecen los jazmines y se va, despacito, hasta la Parroquia del Socorro. Allí, se echa la bendición y se encomienda a San Pío. Luego, tras mirar a derecha e izquierda, cruza la calle hasta una cafetería donde suena música guasca, se para junto a la entrada, se ajusta la ruana y el sombrero y sigue el camino hasta su casa, silbando la canción que acabó de escuchar.

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